MÁRTIRES MERCEDARIOS DE CASTILLA
Manuel Cereijo, Enrique Saco, Guillermo Vázquez, Serafín Solaegui, Luis Barros, Tomás Tajadura, José Cereijo, Gonzalo Pérez, Agustín Salgueiro, Leandro Hermida, Patricio González, Serapio Paz, Eliseo Pérez, Olimpio Escudero, Luis Arias, Ramón Lago, Jesús Tizón y Ricardo Vázquez son los dieciocho religiosos de la Merced de Castilla que ofrendaron sus vidas en la persecución religiosa de los años treinta en España. Enamorados de Cristo Redentor no dudaron de testimoniarlo públicamente. Perseguidos por su fidelidad, señalados públicamente son ahora signos elocuentes en la Iglesia y en la Orden, de tal manera, que desde la clara conciencia de su martirio sean puentes de paz y de reconciliación en un mundo de odios y violencia. La vida y la muerte de los mártires hablan del Dios de la vida y de la redención.
El grupo de los mártires de Castilla lo forman religiosos pertenecientes a las comunidades de San Pedro y de la Buena Dicha en Madrid, Herencia y San Sebastián. Imbuidos en el espíritu religioso en el que habían sido formados, fruto importante de la restauración de la Provincia destacan por su observancia regular, el amor y devoción a la Virgen María y su disponibilidad a cumplir fielmente las responsabilidades que la obediencia les confiaba. Hermanados con la palma del martirio hermanos cooperadores que sirvieron en las comunidades con total sencillez junto a religiosos encargados del gobierno, eruditos e intelectuales; llegados al momento supremo de la prueba todos dieron la vida por Cristo. Ellos son ahora los que resplandecen como chispas en un cañaveral. Actualmente se halla introducida su causa de beatificación en la fase diocesana.
Oración
Dios, Padre nuestro, que, por el bautismo incorporaste a tus hijos Manuel Cereijo y compañeros mártires, al misterio Redentor de tu Hijo, que, por su profesión religiosa, en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, fueron asociados a la obra de la Redención; y por su fidelidad a la hora del martirio, mediante la entrega de sus propias vidas, fueron testigos de la abundancia de la salvación. Te pedimos que un día sean incorporados por tu Iglesia al número de los mártires, y por su intercesión nos concedas tu favor y la fortaleza de nuestra fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
