"Mi vida por tu libertad"
A TODOS LOS RELIGIOSOS DE LA ORDEN
Prot. PG 002-2014
Apreciados hermanos en la Merced de los cautivos:
Hemos iniciado hace pocos días el santo tiempo de la Cuaresma en preparación a la Pascua. Se trata de un tiempo fuerte para acompañar a Jesús en el desierto y prepararnos junto a Él para la ofrenda redentora. Si lo vivimos en profundidad y no desde un espíritu meramente "cosmético", podremos experimentar un cambio existencial y una conversión que nos saque de nuestros encierros y nos haga más disponibles para el servicio concreto a los cautivos, aquellos que Cristo nos ha encomendado al decirnos: "Tuve hambre y me diste de comer, tuve ser y me diste de beber... estuve preso y me visitaste". (Cf. Mt. 25).
Estos días resonará más de lo habitual, aquella provocadora Palabra con la que el Dios de la Alianza habló al corazón del pueblo de Israel: la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón (Os 2,14). Necesitamos dejarnos encontrar por el Amor de los amores sin mediar excusas ni filtros que paralicen el corazón, ya sea en el desierto de la vida fraterna, del apostolado en ocasiones aparentemente "estéril", o de nuestra vida espiritual a veces reseca y amohosada de tanto andar más errantes que peregrinos.
Esta cuaresma quiero invitarlos a vigorizar cuatro aspectos:
1. Revitalicemos la vida interior para ser hombres de salida:
En este tiempo, podríamos abrir el pecho y desnudar el alma ante Dios, también dejarnos confrontar sin vergüenza ante su amor de Padre-Madre. A su regazo tendremos que llorar nuestros pecados para experimentar su amor y compartirlo con el "vecino", con el caído del camino.
Conviene presentarnos ante Él y su Pueblo Santo, no como funcionarios de la libertad, sino como lo que somos: testigos de un Amor que libera desde dentro, desde abajo y desde el fondo. Heraldos de un Amor que acompaña en la fraternidad, que se ofrece de nuevo en los gestos de caridad y que se empeña en ayudarnos a ser menos calculadores y más abandonados a su providencia.
En el desierto, queremos hacerle frente al vacío personal y a la sequedad espiritual que muchas veces nos narcotiza el alma en un "stand bye" que nos hace andar como en "piloto automático", sin rumbo ni horizonte. El desierto es un espacio teológico donde Dios hizo alianza con su Pueblo, donde el corazón se dejó seducir después de haber depuesto sus resistencias. En esta soledad podemos reencontramos con el origen del camino la meta, con el Señor que como un GPS de misericordia, nos lleva de una orilla a otra y nos conduce al encuentro de los nuevos crucificados de la historia. Acojamos en este tiempo la voz profética de Papa Francisco que clama: Salgan a buscar corazones heridos y cautivos.
2. Refundemos los espacios de comunión propios de nuestra vida mercedaria:
La comunidad, los hermanos y hermanas, son nuestra plataforma vital para poder llegar a ser auténticos servidores del Evangelio de la libertad, donde la esclavitud reclama. Sostengamos, curemos y animemos responsablemente los espacios de fraternidad que nuestros padres nos legaron y que garantizan una auténtica consagración mercedaria. Aislarnos o vivir solitarios, nunca nos hizo bien, procuremos entonces estrechar lazos de unidad que sean un soporte a lo que cotidianamente vamos construyendo junto al Señor.
Qué bueno será en este tiempo volver a casa, a nuestro hogar comunitario, al cobijo de todos, muchas veces compartido con pobres, presos y refugiados, - (pienso en los pisos de acogida de Madrid o de Barcelona, en el OASI de Firenze y en tantos otros) - sentarnos a la mesa, que es espacio vital y volver a mirarnos a la cara, reconociéndonos compañeros de camino en la senda de la libertad.
En el hogar, volvamos a reconocer al hermano y démonos nuevamente a conocer, y seamos capaces de confrontarnos en una búsqueda común que nos ponga en actitud de salida, en camino y en misión. En la mesa cotidiana, en la mesa del altar y en la mesa del servicio, preparemos juntos el pan de la unidad que guarda la profunda e irrenunciable vocación de ser alimento que se parte y reparte para el hambre de muchos. Si el pan de la libertad abunda, retomemos la calle con actitud de mendigos (mendicantes) que piden y ofrecen gratuitamente lo que han recibido gratuitamente. Muchos centros vecinales, organizaciones, espacios culturales, iglesias - confesiones - religiones, lo agradecerán y también junto a ellos seremos Merced.
3. Volvamos con urgencia a los cautivos, a "la patria" de Pedro Nolasco:
La Cuaresma nos invita a no acostumbrarnos a las difíciles situaciones de miseria, violencia, pobreza o indiferencia de Dios1, situaciones que son máquinas generadoras de opresión, sumisión, sometimiento y cautividad, fundadas en los nuevos y sutiles sistemas opuestos al Evangelio. Ante tales heridas que nos desafían, no dejemos que la comodidad que anestesia el corazón y las conciencias o el desgano, nos impidan caminar al lado de tantos privados de la libertad, niños lustrabotas, niños y adolescentes en riesgo, víctimas de la trata de personas, migrantes sin tierra, perseguidos por la fe, familias víctimas de violencia o excluidas de la cultura del trabajo,... los nadie, los ninguneados, diría Eduardo Galeano en su poema; donde podemos palpar con suavidad de Eucaristía al mismo Cristo. Sus nombres y sus rostros están grabados en nuestro blanco hábito mercedario y no pueden ser profanados por la pereza que se disculpa y sigue de largo. Sin ellos, nuestra vida corre el peligro de transformarse en boberías de sacristía o en colorido folclore carismático, sin ninguna referencia a lo que Pedro Nolasco nuestro padre, soñó para la Orden. Por tanto, volvamos a los cautivos, no por un jubileo sino por honestidad a nuestro fundador y a Cristo que sigue tras las rejas.
4. Llorar y desagraviar los pecados personales, fraternos e institucionales, aquellos que han afectado a terceros, a menores o que han dañado la integridad y la buena fama de personas:
Como humanidad, como Iglesia y como Orden religiosa, vivimos tiempos que merecen mayor discernimiento, diálogo adulto y capacidad de asumir responsabilidades ante heridas provocadas deliberadamente a vulnerables y débiles, a la naturaleza y a la dignidad de muchas personas. Modos de gobernar, modos de administrar, modos de pastorear, modos de "compromiso y cuidado" de la creación que dejan mucho que desear en la persona de consagrados y pastores. Ciertamente, el pecado de uno es el pecado de todos y la gracia que uno recibe, nos sana a todos también. Este tiempo cuaresmal nos debe ayudar a hacernos cargo del pecado no confesado, no arrepentido y no purgado. Dejémonos lavar y remediemos el dolor causado a los indefensos mediante una actitud de humildad y reparación. María nuestra Madre, la mujer del consuelo en el calvario, al pie de la Cruz, estará siempre a nuestro lado para ponernos de pie.
Dado en Roma, a 13 días del mes de marzo de 2014, a 796 años de la fundación de la Orden y en el 1° aniversario del Pontificado de Papa Francisco.
Fr. Pablo Bernardo Ordoñe. O. de M.
Maestro General
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1.PP. FRANCISCO, Ángelus. Roma 09/03/2014.