“El tesoro espiritual de nuestra Orden se ha enriquecido a lo largo de los siglos con la santidad de muchos religiosos que, fundados en la Eucaristía, han cultivado el espíritu redentor, han propagado como misioneros la fe en Jesús, han extendido el amor a la Virgen María y han sellado con la propia sangre, su ministerio al servicio de la Iglesia” (COM 11).