Queridos Hermanos
Celebramos la Misa al Espíritu Santo, el día en que elegiremos el nuevo gobierno para conducir y animar las comunidades de Italia, USA e India, en el período Jubilar de nuestra Orden.
Situándome en pasajes conocidos de la Palabra de Dios, quiero destacar tres aspectos que considero importantes para vivir este tiempo capitular:
1- El Espíritu Santo trae paz a los corazones y a la comunidad para facilitar el DIÁLOGO.
La Palabra de Dios nos recuerda: (…) Jesù dice loro di nuovo: Pace a voi¡ Come il Padre ha mandato me, anch´io mando voi. Dopo aver detto questo, alitò su di loro e disse: Ricevete lo Spìrito Sancto (Jn. 20, 21).
La Paz de Jesús siempre nos interpela, nos moviliza y nos deja inquietos. No es una paz que “anestesie” el corazón, sino que nos pone atento a lo que la Iglesia perseguida y sufriente espera de mí y de todos nosotros.
La presencia del Espíritu Santo en nuestra vida está siempre mediada por la paz que llega después de la desolación. Es una paz diferente a aquella “diplomacia de corte”, que muchas veces oculta con “delicadeza y elegancia” el conflicto interno o comunitario que nos consume tantas energías. La paz entendida en la dinámica de Dios no supone ausencia de tensión ni de conflicto. Al contrario, solo hay paz cuando en medio de los conflictos y contradicciones, el diálogo respetuoso nos ayuda a dilucidar la verdad y la voluntad de Dios que quiere ser más amado y conocido.
El diálogo verdadero y el encuentro entre nosotros, nos da la certeza que Dios ha tomado el “manubrio” en el camino personal y comunitario para llevarnos a donde Él quiere, en favor de su Pueblo. Nuestro diálogo debe ser capaz de desnudar la complejidad de nuestras intenciones ocultas y ayudarnos a encontrar el bien mayor de la misión y el querer de Dios en nuestra consagración. No podemos negar que muchas veces en nuestra comunicación se encubren, de un modo “elegante” pero engañoso, tantas carencias y conflictos personales, que no nos permiten construir comunión y confianza con actitud de salida en favor de los demás.
El soplo con el que Jesús ofrece su Espíritu Santo a la comunidad, le permite salir de su encierro, escapar de su narcisismo y abandonar el orgullo paralizante para ir al encuentro de los que esperan la Buena Noticia del Evangelio. Si la unidad está en el centro de nuestro objetivo capitular, necesitamos tomar en serio la necesidad del encuentro, el respeto por el hermano, evitar descalificarlo o rotularlo como alguien que “no da para más”, tratarlo como mercedario de segunda clase o como “extra-comunitario de la religión”. Todos somos importantes en esta comunidad que Dios ha soñado para la misión redentora.
2- En el DISCERNIMIENTO, el Espíritu Santo deja al descubierto nuestra mediocridades y sana nuestra heridas.
La Palabra de Dios nos recuerda: (…) la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no solo ella, también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo (…) El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza (Cfr. Rom. 8, 22-23. 26).
El Espíritu Santo viene a ofrecernos sus dones y a defendernos de nuestros males. Por eso es importante abrir del corazón, ser “permeable” a su presencia, abrir los poros de la epidermis del corazón para dejarlo entrar, permitirle defenderme de mi mismo, de mis contradicciones, de mis mediocridades, de las miopías me que hacen pensar que soy la solución a todos los problemas y el mejor medicamento para tantas heridas de la comunidad y del mundo.
Solo en el discernimiento, que supone mirar “entre líneas”, captar los ambientes y darme cuenta, “mirar debajo del agua”, podré escrutar y distinguir lo que viene de Dios y lo que viene del espíritu mundano del que habla Papa Francisco.
Sin discernimiento o sin darle a Dios la posibilidad que entre en mi vida, seguiré pensando que todo es a mi medida, de acuerdo a mi conveniencia, que todo debe coincidir con lo que a mí me gusta. Con esta actitud auto-referencial, puedo hacer caer en graves errores a la comunidad o servirme de ella para mi propia conveniencia.
Cuando discernimos a la luz de la Palabra de Dios, con los sentimientos del Buen Pastor (Jesús), podemos darnos cuenta que quizá hemos perdido el “olor del rebaño” y nos hemos transformado en “asalariados” o en gestores de servicios humanitarios muy buenos y competentes, realizados casi con minuciosidad de laboratorio, pero alejados de la realidad y del Pueblo de Dios que sigue clamando a nuestras puertas.
En fin, discernir a la luz del Espíritu Santo, nos ayudará a darnos cuenta que Dios quiere “con” nosotros, una amistad verdadera que vaya más allá de un simple vínculo devocional y que se expresarse en una amistad cada vez mas profunda y existencial. Es decir, atravesada por el Amor de los amores y capaz de exclamar no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mí.
3- El Espíritu Santo nos abre a la misión de FRONTERAS.
La Palabra de Dios nos recuerda: Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación (…) en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien (Mc. 16, 15.18).
El Espíritu Santo nos invita a ir más allá de nosotros mismos, de nuestras presencias, de los que siempre fue así. Es una invitación incesante a una espiritualidad de la creatividad, movilizada por renovada dinámica de comunión. La espiritualidad del don generoso de nosotros mismos y de la valentía de arriesgarnos, prefiriendo asumir un fracaso que instalarnos en la falsa seguridad del inmovilismo. Una pastoral de mantenimiento se opone a una pastoral misionera.
Papa Francisco nos recuerda en Evangelii Gaudium: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (49).
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Cari confratelli
Celebriamo la Messa dello Spirito Santo, il giorno in cui elegiamo il nuovo governo che guiderà ed animerà le comunità italiane, statunitensi ed indiane nel periodo Giubilare del nostro Ordine.
Usufruendo di alcuni noti passaggi della Parola di Dio, voglio sottolineare tre aspetti che considero importanti per vivere al meglio questo tempo capitolare:
1- Lo Spirito Santo porta pace ai cuori e alle comunità per facilitare il DIALOGO.
La Parola di Dio ci ricorda: (…) Gesù dice loro di nuovo: Pace a voi Come il Padre ha mandato me, anch´io mando voi. Dopo aver detto questo, alitò su di loro e disse: Ricevete lo Spìrito Santo (Gio. 20, 21).
La Pace di Gesù ci interpella sempre, ci mobilita e ci lascia inquieti. Non è una pace che “anestetizza” il cuore, ma che ci aiuta a porre l'attenzione su ciò che la Chiesa, perseguitata e sofferente, si aspetta da me e tutti noi.
La presenza dello Spirito Santo nella nostra vita è sempre mediata dalla pace che arriva dopo una delusione. È una pace differente da quella “diplomazia di corte”, che molte volte nasconde con “delicatezza ed eleganza” il conflitto interno o comune che ci fa consumare tante energie. La pace intesa nella dinamica di Dio non presuppone assenza di tensione, né di conflitto. Al contrario, può esistere pace solo quando in mezzo ai conflitti e alle contraddizioni, il dialogo rispettoso ci aiuta a far venire fuori la verità e la volontà di Dio che vuole soltanto essere amato e conosciuto.
Il vero dialogo e l'incontro tra noi ci danno la certezza che Dio ha preso in mano le “redini” del cammino personale e comunitario per portarci dove vuole Lui, in favore del suo Popolo. Il nostro dialogo deve essere in grado di mettere a nudo la complessità delle nostre intenzioni occulte e di aiutarci a trovare il bene primario della missione e del volere di Dio nella nostra consacrazione. Non possiamo negare che molte volte nella nostra comunicazione si nascondono, in maniera “elegante” ma ingannevole, tante carenze e conflitti personali i quali non ci permettono di costruire una comunione ed una fiducia tali da avere un atteggiamento di apertura verso gli altri.
Il modo con cui Gesù offre il Suo Spirito Santo alla comunità, fa in modo che essa si liberi dalle sue chiusure, fugga via dal suo narcisismo e abbandoni l'orgoglio paralizzante per andare incontro a coloro che aspettano la Buona Novella del Vangelo. Se l'unità è al centro del nostro obiettivo capitolare, abbiamo bisogno di prendere seriamente l'imprescendibilità dell'incontro, il rispetto verso il fratello, evitando di isolarlo o etichettarlo come qualcuno che “non è niente di più”, e trattarlo come mercedario di seconda classe o come un “extracomunitario della religione”. Tutti siamo importanti in questa comunità che Dio ha sognato per la missione redentrice.
2- Nel DISCERNIMENTO lo Spirito Santo mette in mostra le nostre debolezze e cura le nostre ferite.
La Parola di Dio ci ricorda: (…) la creazione intera geme e soffre i dolori del parto sino ad oggi. E non solo lei, ma anche noi, che possediamo le primizie dello Spirito, noi stessi gemiamo al nostro interno, auspicando il riscatto del nostro corpo (…) Lo Spirito viene in aiuto delle nostre malattie. (Cfr. Rom. 8, 22-23. 26).
Lo Spirito Santo viene ad offririci i suoi doni de a difenderci dai nostri mali. Per questo è importante aprire il cuore, essere “permeabili” alla sua presenza, aprire i pori dell'epidermide del cuore per lasciarlo entrare, permettergli di difenderci da noi stessi, dalle nostre contraddizioni, dalle nostre debolezze, dalle miopie che ci fanno credere di essere la soluzione a tutti i problemi e la migliore medicina per le tante ferite della comunità e del mondo.
Solo un vero discernimento, che presuppone di “guardare tra le righe”, captare le situazioni e rendersene conto, “guardare al di là”, potrà scrutare e distinguere ciò che viene da Dio e ciò che invece arriva dallo spirito mondano di cui parla Papa Francesco.
Senza discernimento o senza dare a Dio la possibilità di entrare nella mia vita, continuerò a pensare che tutto è stato creato a mia misura, in accordo con la mia convenienza, che tutto deve coincidere con ciò che mi piace. Con questo atteggiamento autoreferenziale posso far cadere in gravi errori la comunità o servirmi di essa per la mia convenienza.
Quando discerniamo la luce della Parola di Dio, con i sentimenti del Buon Pastore (Gesù), possiamo renderci conto che, forse, abbiamo perso “l'odore del gregge” e ci siamo trasformati in “impiegati” o in gestori di servizi umanitari molto buoni e competenti, realizzati quasi con minuziosità da laboratorio, ma lontani dalla realtà e dal Popolo di Dio che continua a bussare alle nostre porte.
Infine, discerenere la luce dello Spirito Santo, ci aiuterà a renderci conto che Dio desidera avere “con” noi un'amicizia vera che vada al di là di un semplice vincolo devozionale e che si esprima in un'amicizia ogni volta più profonda ed esistenziale. Ossia, attraversata dall'Amore degli amori, capace di dire non sono io che vivo, ma è Cristo che vive in me.
3- Lo Spirito Santo ci apre alla missione di FRONTIERA.
La Parola di Dio ci ricorda: Andate per tutto il mondo e annunciate la Buona Novella a tutta la creazione (…), nel mio nome cacciate via i demoni, parlate nuove lingue, prendete i serpenti tra le vostre mani e bevete anche veleno perché non vi procurerà alcun danno; ponete le vostre mani sui malati e loro guariranno.
Lo Spirito Santo ci invita ad andare al di là di noi stessi, della nostra presenza, di ciò che è sempre stato così. È un invito incessante ad una spiritualità della creatività, mossa da una nuova dinamica di comunione. La spiritualità del dono generoso rappresentato da noi stessi e dalla valenza di rischiare, preferendo andare incontro ad un disastro piuttosto che rimanere nella falsa sicurezza dell'immobilità. Una pastorale di mantenimento si oppone ad una pastorale missionaria.
Papa Francesco ci ricorda nel Evangelii Gaudium: «Preferisco una Chiesa danneggiata, ferita e sporca per essere uscita in strada, piuttosto che una Chiesa malata di chiusura e di comodità che la fanno rimanere aggrappata alle proprie sicurezze» (49).
Sea lodato Gesù Cristo.
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Dear brothers,
We celebrate the Mass of the Holy Spirit, the day in which we elect the new government to lead and animate the communities in Italy, USA, and India, in the period of the Jubilee of our Order.
Within these familiar passages of the Word of God, I want to highlight three aspects that I consider important in order to live this time of the chapter:
1- The Holy Spirit brings peace to hearts and to the community to facilitate DIALOGUE. The Word of God reminds us: (…)[Jesus] said to them again, “Peace be with you. As the Father has sent me, so I send you.” And when he had said this, he breathed on them and said to them,“ Receive the holy Spirit (Jn 20:21-22).
The peace of Jesus always challenges us, motivates us and makes us uneasy. It is not a peace that “anesthetizes” the heart, but makes us attentive to that which the persecuted and suffering Church expects of me and of all of us.
The presence of the Holy Spirit in our life is always brought about for the peace that comes after desolation. It is a peace that is different from that of “royal diplomacy” that many times hides, with “delicacy and elegance,” the internal and communitarian conflict that consumes so much energy. Peace understood in the dynamic of God does not mean absence of tension or conflict. On the contrary. On the contrary, there is only peace when in the midst of conflicts and contradictions, respectful dialogue helps us to clarify the truth and the will of God who wants to be loved and known.
True dialogue and the encounter among us, gives us the certainty that God has taken the controls in the personal and communal journey in order to lead us where He wants, in favor of his People. Our dialogue must be able to strip bare the complexity of our hidden intentions and help us to encounter the greater good of the mission and the will of God in our congregation. We cannot deny that many times in our communication we conceal, in a “graceful” but misleading way, many shortcomings and personal conflicts. This does not permit us to build communion and confidence with an openness if favor of others.
The breath with which Jesus offers His Holy Spirit to the community, allows them to be free from their confinement, escape their narcissism, and abandon the paralyzing pride in order to go to meet those who await the Good News of the Gospel. If unity is at the center of our capitular objective, we need to take serious the need for this meeting, respect for the brother, avoiding disqualifying or labeling as someone who “no longer works,” treating him as a second class Mercedarian or as an “excommunicated from the community of religion.” All of us are important in this community, which has come forth from the mind of God, for the redemptive mission.
2- In DISCERNMENT, the Holy Spirit reveals our mediocrities and heals our wounds.
The Word of God reminds us: (…) all creation is groaning in labor pains even until now;and not only that, but we ourselves, who have the firstfruits of the Spirit, we also groan within ourselves as we wait for adoption, the redemption of our bodies. (…) The Spirit itself intercedes with inexpressible groanings (Cf. Rom. 8:22-23, 26).
The Holy Spirit comes to offer us his gifts and defend us against our ills. Therefore it is important to open our hearts, to be permeable to His presence, to open the “pores of the epidermis of our hearts” to let Him in, permitting Him to protect me from myself, my contradictions, my mediocrities, and my myopic attitudes that makes me think that I am the solution to all the problems and the best medicine for the many wounds of the community and the world.
Only in discernment, which involves reading "between the lines", grasping our surroundings and taking responsibility, [and] "looking under the water," can I scrutinize and distinguish what comes from God and what comes from the spirit of the world of which Pope Francis speaks.
Without discernment or without giving God the possibility to enter into my life, I will keep thinking that everything revolves around me, should be convenient for me, that everything should be according to my tastes. With this self-referential attitude, I can lead the community into grave errors or use it for my own convenience.
When we discern through the light of the Word of God, with the sentiments of the Good Shepherd (Jesus), we might realize that we have lost the “odor of the flock” and we have been transformed into good and competent “employees” or managers of humanitarian services, achieved with a meticulousness of a laboratory, but far from the reality of the People of God clamoring at our doors.
In the end, to discern by the light of the Holy Spirit, will help us to realize that God wants a true friendship “with” us, that goes beyond a simple devotional attachment; and is expressed in an evermore profound and existential friendship. That is, traversed by the Love of loves and able to exclaim that it is not I that live, but it is Christ who lives in me.
3 – The Holy Spirit opens us to the mission of FRONTIERS.
The Word of God reminds us: “Go into the whole world and proclaim the gospel to every creature. (…) in my name they will drive out demons, they will speak new languages.They will pick up serpents [with their hands], and if they drink any deadly thing, it will not harm them. They will lay hands on the sick, and they will recover” (Mk 16: 15, 17b-18).
The Holy Spirit invites us to move beyond ourselves, our presences, that which always has been. It is an unceasing invitation to a spirituality of creativity, mobilized by a renewed dynamic of communion—the spirituality of a generous gift of ourselves and the courage to take risks, preferring to take chance that might fail rather than placing ourselves in the false security of immobility.
Pope Francis reminds us in Evangelii Gaudium:
“I prefer a Church which is bruised, hurting and dirty because it has been out on the streets, rather than a Church which is unhealthy from being confined and from clinging to its own security.”
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