¡Por la Merced que es nuestra gloria, al servicio de los cautivos!

Prot. 35 MG/2022

Objeto: Fiesta de todos los santos

A TODOS LOS RELIGIOSOS Y FAMILIA MERCEDARIA

Presentes.-

Mis queridos hermanos:

     Les saludo en la gracia de la comunión de todos los santos del cielo, de la tierra, y de quienes esperan pronto estar gozando de la gloria de Dios.

     En este mes de noviembre celebramos la fiesta de todos los santos, en la que hacemos memoria de todos aquellos hermanos nuestros que han sido capaces de dar testimonio de un profundo amor a Dios por sobre todas las cosas, y de un amor singular al prójimo ejercitando la virtud de la caridad fraterna. Hoy es un día en el que todos estamos de fiesta porque celebramos la santidad de Dios, y en Él, celebramos también la santidad de la Iglesia como sacramento místico de Cristo en quien vivimos, y compartimos la comunión de todos los santos; así lo proclamamos en nuestra profesión de fe: “…creo en la comunión de los santos y en la vida del mundo futuro, amén”.

     Si bien hay que admirar y agradecer el testimonio e intercesión de los santos canonizados por la Iglesia, me parece justo que también consideremos a aquellas personas: hombres, mujeres, niños, adolescentes, jóvenes y adultos que no han sido llevados, o no serán llevados a los altares pero que, en el anonimato, han dado o están dando testimonio de santidad. Quiero pensar en aquellos hermanos religiosos, familiares, amigos, vecinos o tantas personas que se han desvivido  haciendo el bien sin mirar a quién”, como reza el dicho; y que sin embargo, han pasado desapercibidos en medio de la Iglesia y de la sociedad en general. El  Papa los califica como “los santos de la puerta de al lado” que son los varones y mujeres del pueblo de Dios: “los padres que crían con tanto amor a sus hijos, los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo..., son aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” El  Papa también afirma que la santidad excede los límites de la iglesia católica porque el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo (Cf. G.E. 9). Esa es la vocación primera de todos los hijos de Dios, la vocación a la santidad.

     Como hijos de Dios, permanentemente podemos celebrar la comunión de los santos, cuando nos unimos en comunión con Dios y en comunión con los hermanos en Cristo, formando la Iglesia que Él ha fundado. Con esa confianza, cuantas personas conocidas (familiares, amigos),  y no conocidas confían en nuestra oración para alabar a Dios, para agradecer alguna bendición recibida de Dios,  para pedir por alguna necesidad especial.

     En el entendido de que todos oramos cada día en espíritu y en verdad, alabemos a Dios que nos permite ser testigos de su gran bondad al permanecer en vida, al realizar con fidelidad el ministerio encomendado, al superar algún reto que podría poner en riesgo nuestra propia santidad. La comunión fraterna desde la oración, nos permite acortar distancias; Por ello, les encargo que sigamos fortaleciendo nuestra comunión fraterna en los diferentes acontecimientos que vamos teniendo a nivel personal y comunitario. Sobre todo, oremos unos por otros pidiendo a Dios vivir con fidelidad nuestra consagración religiosa y nuestra misión redentora. Oremos por quienes por diferentes razones, están viviendo alguna dificultad, ya sea por la pérdida de algún ser querido, por alguna crisis vocacional, por alguna pena moral o espiritual.

     Al celebrar con alegría la fiesta de todos los santos, pidamos su intercesión por todos nuestros hermanos religiosos que han sido llamados a la casa del Padre. Que Dios nuestro Señor premie todo el bien que realizaron en la Iglesia, especialmente con los necesitados de la libertad de hijos de Dios. Nuestras Constituciones mandan tener en cuenta que: “La caridad, que permanece siempre, ha de unirse aún después de la muerte. Por eso, los hermanos que descansan en Cristo estarán siempre presentes en nuestra oración comunitaria y personal, y especialmente en el santo sacrificio de la misa, aplicándoseles los sufragios establecidos”(COM,  89). Asimismo, hay que tener en cuenta lo que ordenan nuestras Normas Generales: “En el mes de noviembre y en día señalado, conmemórense a los difuntos religiosos, religiosas, terciarios, cofrades, cautivos, parientes y bienhechores, aplicando una misa de comunidad, y las oraciones y sufragios de ese día. Por la misma intención, la comunidad local celebre una misa de aniversario en febrero, julio y octubre, y, en cada uno de los ocho meses restantes una misa por todos los fieles difuntos” (N.G. 57 &9).

     A nombre de toda la Orden, expreso la solidaridad, y el más sentido pésame a los hermanos religiosos, que últimamente han sufrido el sensible fallecimiento de algún ser querido, rogando a Dios nuestro Señor que por su misericordia les conceda el descanso eterna.

     Que por intercesión de nuestra Madre la Virgen María de la Merced, y de nuestro padre San Pedro Nolasco, podamos lograr en plenitud la santidad, y lleguemos un día a gozar de la gloria eterna, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Curia General, a 1 de noviembre de 2022,  a los 804 años de la fundación de la Orden.

Fraternalmente en Cristo Redentor:

Fr. Leoncio Osvaldo Vivar Martínez, O. de M.

Maestro General