Desde el inicio de la recolección mercedaria en 1603, muchas mujeres se vieron impulsadas a seguir la espiritualidad mercedaria en su forma más austera y recogida. Desde la dirección espiritual que fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento ejerce sobre María Ana de Jesús se va ampliando a otras mujeres consagradas; de tal forma que ya el 8 de junio de 1617 se funda el primer monasterio de la recolección mercedaria. Varias monjas del convento de la Asunción de Sevilla se trasladan a Lora del Río las tres primeras monjas donde se establecen el primer convento femenino descalzo; al cabo de un año ya contaba con quince monjas profesas y varias novicias. No muchos años después, en 1631 se elaboran e imprimen las primeras constituciones de las monjas descalzas de la Orden de la Merced, junto a las que se imprimen el Manual y el Ceremonial que aseguraban la uniformidad de la vida litúrgica y la dignidad del culto divino.
El vigor que vive la descalcez en el siglo XVII hace que se establezcan enseguida nuevos monasterios que quieren vivir la clausura mercedaria como signo de ofrenda al Dios de la misericordia y de la redención por los pobres cautivos. Su aparente esclavitud tras las rejas de los monasterios es la libertad más grande de vivir en Dios y para Dios; y desde Dios amar a todos los cautivos. A lo largo de estos cuatrocientos años, los monasterios han sido lugares de incesante oración por la libertad de los cautivos, asociados a los redentores mercedarios que arriesgaban su vida y se aventuraban en tierras de frontera con el islam para rescatar a los cristianos sometidos a cautividad. Desde la oración, como Moisés, empujaban espiritualmente la obra que los religiosos ejecutaban en nombre de la Iglesia. Las monjas se asocian de tal manera a la obra de la redención que emiten el cuarto voto como los frailes, obligándose a dar la vida por los cristianos cautivos.
«De estas vidas silenciosas y entregadas, no ha quedado apenas tradición escrita, en todo quisieron pasar ignoradas, pero supieron mantener muy alto el ideal contemplativo y redentor de la Orden, nos legaron cuanto hoy tenemos y su recuerdo nos anima a vivir en la misma generosa exigencia».
Siete monasterios constituyen la presencia de las monjas mercedarias descalzas: Osuna (1626), Marchena (1637), Arcos de la Frontera (1642), Toro (1648), Santiago de Compostela (1674), en India (1997) y en Kenya.
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