Orden de la Merced~ Memoria
Mercedarias Misioneras de Bérriz ~ Fiesta
Nace en Bilbao el 25 de julio de 1884. Fue bautizada con el nombre de Pilar. Mantuvo durante toda su vida una relación afectiva y espiritual muy intensa con su hermana gemela Leonor, que sería también religiosa, de las Carmelitas de la Caridad, y declarada venerable por Juan Pablo II. En 1903 ingresó en el monasterio mercedario de la Vera Cruz de Bérriz. tomando el nombre de Margarita María. Se distinguió durante más de 20 años como educadora.
Es en esa vida de oración constante, fiel, en su intimidad con el Señor, donde su caridad, su vocación mercedaria de redención de cautivos se fue ampliando y alcanzando nuevos y más amplios horizontes. Fue ahondando en el deseo de hacer llegar al mundo entero la dicha que ella gozaba en la comunicación con Dios y el amor a Jesucristo que sentía crecer más y más en su interior. El 5 de mayo de 1912 escribía: «Yo no deseo más que darle a conocer a los que me ha encomendado, que es el mundo entero».
Eran los años del despertar misionero en España. En el colegio inició, en el año 1920, una asociación Juventud Mercedaria Misionera de Bérriz y a través de ella formó en el espíritu misionero a varias generaciones de jóvenes que, como religiosas o como esposas, supieron vivir el ideal misionero allí donde Dios las iba llamando. Mantuvo relación epistolar con el beato mártir mercedario Manuel Sancho Aguilar, que escribió una biografía Madre Margarita, ángel de caridad.
Este fue el gran anhelo de Margarita María: la formación del instituto de Mercedarias Misioneras de Bérriz, que pudiera llevar la buena nueva de la Redención y liberación hasta el fin del mundo, viviendo el cuarto voto redentor de permanecer en la misión cuando hubiere peligro de perder la vida. Y a este instituto dejó en herencia una rica espiritualidad, que alcanzó su cumbre en los últimos años de su vida, en una experiencia contemplativa y gozosa de Cristo redentor. Su gran amor y deseo que Jesucristo fuera conocido en todos los pueblos del mundo, su amor a María y a la Iglesia, con gran celo apostólico y apoyada por toda su comunidad, consiguió que el 23 de mayo de 1930, el nuevo Instituto de Mercedarias Misioneras de Bérriz fuera aprobado.
Murió el 23 de julio de 1934. Fue beatificada en Bilbao el día 22 de octubre de 2006.
Un alma grande de caridad. Una caridad redentora que se transforma en caridad misionera. Margarita María supo conjugar, y hacer realidad, verbalizó su voto de redención, llevándolo hasta el extremo oriente. Se dejó llevar por la fuerza del Espíritu que
había en su corazón y que la impulsaba a entregar su vida por la libertad de los nuevos cautivos, que en los inicios del siglo XX se identificaban con aquellos que todavía no conocían a Cristo. Si Cristo es la libertad, y para ser libres nos ha liberado, aquellos que lo desconocían vivían en la oscuridad de la cautividad. Y misión redentora era llevar la luz del evangelio, que es fuente de total libertad.
La transformación misionera de Bérriz solo es posible entenderla por este Alma grande que es Margarita, tal como la definió la madre María Inés de Cué, en el libro que recogía su pensamiento misionero. Un alma grande, y un espíritu fuerte y esforzado hecho en la contemplación de Cristo, en el silencio y la oración, en el discernimiento y en el profundo deseo de asimilarse con el Esposo. La profunda vida interior de Margarita es la clave de interpretación de su disponibilidad para la misión. El cardenal Jose Saraiva en la homilía de su beatificación en Bilbao (22 de octubre de 2006) decía: «Quienes han tratado de localizar el punto de apoyo que movió interiormente a la Madre Margarita lo han encontrado en su pasión por vivir unida a Dios y por dar a conocer su amor revelado en Jesucristo. En su búsqueda, Margarita miraba, oía y discernía las llamadas del Espíritu. La transformación del monasterio de clausura en Instituto misionero sólo puede entenderse desde esta perspectiva de búsqueda y discernimiento de la llamada de Dios en cada momento. ¡Ven! ¡Ven a nosotros, socórrenos!: este clamor que atraviesa el carisma mercedario».
Hoy el testimonio de Margarita María sigue impulsando a la Merced a dejarse acariciar por la amistad de Jesucristo, el amigo que sigue hablando a través de su espíritu, que lo discierne y todo y muestra nuevos caminos de caridad. Anuncio de salvación y compromiso de libertad, deseo de transformación del mundo y entusiasmo redentor que levanta las anclas de nuestro barco y lleva a los anchos mares de la humanidad.
Margarita María nos lleva a los mercedarios del siglo XXI a descubrir en la misión y anuncio del evangelio el camino de redención de todos aquellos que desconociendo al que muriendo dio su vida por nosotros y nos hizo libres.
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