«Era la noche del primero al dos de agosto de 1218, dicen las viejas crónicas, que Pedro Nolasco deliberaba consigo mismo sobre retirarse a un desierto, y estando consultándolo con Dios en la oración, se la apareció la santísima Virgen María, y le mandó que nos se retirase a la soledad, sino que fundase una religión nueva, en la cual pudiera ejercitar su caridad con los cautivos sacándolos de la esclavitud; y que él debería ser el primero en vestir el hábito que debería ser blanco, la cual religión se llamaría de Santa María de la Misericordia o de la Merced de los cautivos. Conferido el intento con su confesor san Raimundo de Peñafort, entonces canónigo de la Seo de Barcelona, y con el rey Don Jaime I de Aragón, declararon que ellos también habían recibido el mismo encargo, y de común acuerdo con el obispo de Barcelona, Don Berenguer de Palou y otros prelados, comenzaron las diligencias para llevar a cabo la fundación de la Orden.
El nombre que por revelación divina debía llevar la nueva institución, declaraba por sí solo toda su finalidad. Ya antes de 1218, a la piadosa obra de redimir cautivos se le llamaba obra de merced, y a las casas de los redentores casas de la Merced. Al disponer el cielo que se fundara una religión llamada de la Merced manifestó claramente la voluntad de que esa orden se consagrara de modo especialísimo a la redención de cautivos cristianos » (Faustino Gazulla, La patrona de Barcelona).
«El hecho de la revelación de la santísima Virgen, se hiciera a uno o más individuos, fue un hecho de carácter privado y particularísimo, que, por su misma índole, al principio debió ser comunicado a muy pocas personas, sin que trascendiera gran cosa al público. Los efectos de esta revelación son los que dejaron huellas profundas en tiempo de san Pedro Nolasco, huellas que todavía podemos percibir hoy perfectamente y que con más motivo vieron y tocaron sus contemporáneos; aunque la verdadera causa permaneció para la mayoría de ellos oculta. Una devoción nueva que comenzó a honrar a la santísima Virgen con la simpática advocación de la Merced, y un plantel de hombres heroicos que dirigidos por Pedro Nolasco e impulsados por esta devoción, daban la vida por sus hermanos cautivos, he aquí lo que vieron y lo que causó principalmente admiración a la generación del siglo XIII» (Faustino Gazulla, Refutación).
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