Según la tradición mercedaria, el 10 de agosto de 1218, por la maternal inspiración de la Virgen María, se llevó a cabo la fundación de este nuevo movimiento religioso en la catedral de Barcelona.
De los orígenes de La Merced como de su fundador, san Pedro Nolasco, se conserva poca documentación acreditada. La historiografía mercedaria, con el tiempo, fue creando, con los elementos principales, su relato áureo y entrañable.
De lo que estamos ciertos es de que La Merced tuvo unos orígenes humildes. Un puñado de hombres encabezados por Pedro Nolasco, en Barcelona, con los necesarios permisos y ayuda de la Corona de Aragón, en tiempos de Jaime I, y con las oportunas bendiciones de la Iglesia, como la del obispo de la ciudad, Berenguer de Palou, fundaron el Hospital de santa Eulalia de Barcelona.
Esta fraternidad religiosa de caridad, dedicada a la difícil tarea de frontera de redimir cautivos, los llamados frailes de santa Eulalia de Barcelona, fue creciendo. Así, el papa Gregorio IX los confirma como orden religiosa en la Iglesia universal a través de la bula emanada en Perugia el 17 de enero de 1235.
De aquella mirada compasiva de Nolasco y de sus primeros compañeros nació La Merced, una orden religiosa puesta al servicio de la sociedad y de la Iglesia para hacer la merced de redimir a los pobres cautivos y devolverles así la dignidad de la libertad de los hijos de Dios que les había sido arrebatado.
La Orden de la Merced asume como norma de vida, la Regla de san Agustín, al igual que casi todas las familias religiosas del siglo XIII fundadas después del IV Concilio de Letrán (1215). La Merced nace en un momento de la historia de la Iglesia en el que está germinando un nuevo estilo de vida consagrada: los frailes mendicantes (franciscanos y dominicos). La vida consagrada va buscando nuevas formas de vida para adaptarse y servir mejor a la sociedad en la que vive. Así la orden mercedaria va evolucionando al compás de los tiempos, a la par que se extiende por el sureste francés, el reino de Castilla y los territorios del reino de Aragón, y se va configurando a la sombra del modelo de vida religiosa ideado para los dominicos por Raimundo de Peñafort.
«Estamos tan acostumbrados a lo sublime y a lo bello en las obras de la religión, que apenas reparamos en los mayores prodigios; de la propia suerte que aprovechándonos de los beneficios de la naturaleza contemplamos indiferentes sus operaciones y productos más admirables. En los varios institutos religiosos que bajo distintas formas se han visto desde el principio de la Iglesia, hemos tenido ocasión de observar cosas altamente dignas de asombro. Pero dudo mucho que en la historia de esos institutos pueda encontrarse nada más hermoso, más interesante, más tierno, que el cuadro que nos ofrece las órdenes redentoras. ¡Qué símbolo más bello de la religión protegiendo al desgraciado! ¡Qué emblema más sublime de la redención consumada en el augusto Madero extendiéndose a la redención de la cautividad terrena, que las visiones que precedieron a la fundación de estos santos institutos! Dirán algunos que esas apariciones no eran más que pura ilusión; ¡ilusiones dichosas, replicaremos nosotros, que así conducen al consuelo de la humanidad!
De esta manera fue la fundación de la Orden de la Merced. San Pedro Nolasco, después de haber gastado cuanto poseía, empleándolo en el rescate de los cautivos, y no sabiendo de qué echar mano para continuar su piadosa tarea, recurrió a la oración para fortificarse más en el santo propósito que se había formado, de vender su propia libertad o de quedarse en el cautiverio, en lugar de sus hermanos.
Durante la oración, se le apareció la Santísima Virgen, manifestándole cuán agradable le sería a Ella y a su Divino Hijo la institución de una Orden cuyo objeto fuera la redención de cautivos. Puesto de acuerdo el santo con el rey de Aragón y con san Raimundo de Peñafort, procedió a la fundación de dicha orden; y el deseo que antes había tenido de entregarse a los demás, lo convirtió en voto, no solo para sí mismo, sino también para cuantos profesasen en el nuevo instituto.
Sea cual fuere el juicio que se quiera formar sobre esa aparición y aun cuando se pretendiese desecharla como ilusión, siempre resulta lo que nos hemos propuesto probar, la influencia de la religión católica en socorrer un grave infortunio, y la utilidad del instituto en que tan maravillosamente se personifica el heroísmo de la caridad» (Jaime Balmes, El protestantismo comparado con el catolicismo).
Oremos a Dios, Padre de misericordia por nuestra Orden de la Merced, que hoy celebra el aniversario de su fundación, para que viva con gratitud y fidelidad la llamada divina que la ha convocado bajo el patrocinio de María, para el ejercicio de la caridad redentora.
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