Memoria
Pedro Pascual nace en Valencia hacia el año 1227, de una familia de cristianos mozárabes. Según la tradición mercedaria, su familia estaba unida por lazos de amistad con Pedro Nolasco, que lo acogía en sus visitas redentoras a la ciudad. Desde niño se sintió inclinado hacia el estado eclesiástico, por lo que inició sus estudios en la escuela catedral de su ciudad natal. Prosiguió sus estudios en París, donde fue ordenado sacerdote en 1249. Perteneció al cabildo de la catedral de Valencia. En 1250 recibió el hábito de la Merced en Valencia, de manos de fray Arnaldo de Carcasona y se dedicó con empeño a la redención de los cautivos.
El papa Bonifacio VIII en 1296 lo nombra obispo de Jaén y es consagrado en la basílica de san Bartolomé, en la isla Tiberina de Roma. Toda su vida la dedicó a mostrar con su sabiduría el camino de la verdad que es Cristo. Como obispo se mostró verdadero pastor de su grey. Mientras realizaba una visita pastoral a su diócesis en 1297, fue capturado por los musulmanes y llevado cautivo. Murió decapitado en Granada el 6 de diciembre del año 1300, tal como comunicaron los canónigos del cabildo de Jaén al arzobispo de Toledo en marzo de 1301.
Pedro Pascual escribió a lo largo de su vida varias obras de teología. Pero fue en la cautividad granadina donde, para alimentar y defender la fe de los cristianos, redactó las principales obras, de argumento apologético, entre las que sobresalen La impugnación de la secta de Mahoma, Explicación de los diez preceptos del Decálogo, y La Disputa con los judíos o Biblia parva.
Toda la Orden de la Merced y varias diócesis de España le tributaron culto público como a mártir, a Pedro Pascual, desde su gloriosa muerte, hasta que Clemente X, con su Decreto Ecclesiae Catholicae regimini confirmó su culto inmemorial el 14 de agosto de 1670. El mismo papa Clemente X inserta su nombre el 8 de septiembre de 1675 en el Martirologio Romano.
Extiende su principal patronazgo sobre los estudiantes mercedarios.
Pedro Pascual es el hombre del estudio de la teología. Inició en la escuela catedralicia de Valencia, y continuó en París. Apasionado de la Palabra de Dios, quiso profundizar en el misterio divino para poder comunicarlo y anunciarlo. Su teología bíblica dirigida especialmente a los fieles y a los cautivos trata de mostrar los misterios de la fe a través de imágenes y símbolos accesibles a todo entendimiento. Su predicación y oratoria tiene como finalidad el fortalecer la fe ante las pruebas y dificultades de los cristianos en contextos de persecución y cautiverio, y sobre todo la vivencia auténtica de la vida cristiana, muchas veces adormecida por la rutina y la mediocridad. La fuerza de su palabra nace del estudio y de la oración. Ha encontrado en la Palabra de Dios, en el evangelio de Jesús el sentido profundo de su vida, de tal manera que está dispuesto a ser el grano de trigo que cae en tierra, y muere, pero lleno de fuerza resucita en la espiga dando el ciento por uno. Su teología es una teología cristocéntrica, en al que el Maestro lo es todo. Su estudio no es una actividad que lo aísla del resto, sino que lo coloca al servicio de todos. Profundizar en Cristo le lleva a consagrar su vida para los demás; lo hace en la Merced, y lo hace para imitar al Redentor. Su estudio se hace vida. Entra en el misterio de Jesús, para hacerse cada vez más parecido a El. Pedro Pascual es el pastor que debe dar razón de su esperanza, tal como invita el apóstol Pedro, a tiempo y a destiempo, y para eso es necesario fortalecer la propia opción de vida. Así es como de su unión al misterio de Cristo redentor pasará a defender a los cautivos hasta dar la vida, como un cautivo más, en manos del perseguidor. Al final, como el buen pastor que busca a las ovejas, en sus visitas pastorales en su diócesis, su teología se hace vida. Y aunque el papa Bonifacio VIII tratará de rescatarle, y mantendrá correspondencia con el bueno obispo... Pedro Pascual es el cautivo, también hecho prisionero, compartiendo la suerte de los demás cautivos en Granada hasta su martirio el 6 de diciembre del año 1300. No solo ha sido redentor, sino que ahora le toca confortar a los que sufren cautiverio. Es ahora cuando toda su vida se hace trasparencia de Cristo. Sus estudios y su teología se ponen al servicio de los que sienten desfallecer su fe. En prisión escribirá sus diferentes tratados apologéticos: Sobre la Secta Mahometana, la Biblia pequeña, Libro de leyendas religiosas, Glosa del Pater noster, Libro de Gamaliel, Tratado de la Trinidad...
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